Maria Gollajovska Zaira nació en Krushewatz, Serbia, en la antigua Yugoeslavia, el 4 de diciembre de 1936. Fue la única hija del matrimonio de origen ruso formado por un ingeniero industrial y una cantante de ópera, que una vez ocurrida la invasión nazi a su país, terminó atrapado (con su hija Maria) en un campo de concentración, donde un día, cuando cumplió los siete años, no vio más a su padre, quien fue reclutado por los alemanes para desarrollar material bélico y y luego asesinado en el campo de exterminio. En ese campo de concentración Maria Gollajovska sobreviviría año y medio junto a su madre, en condiciones infames, enterándose in situ, de fusilamientos, crueles atropellos, barbaridades inimaginables y casi sin poder ingerir alimentos.
AMÉRICA ALONSO… 1936/2022
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En 1946, al acabarse la guerra, emigra con su madre a Sudamérica, a un país llamado Venezuela al encontrarse ambas entre los ciudadanos europeos beneficiados por las bondades del Programa de inmigración del gobierno de los Estados Unidos de Venezuela.
Siendo una adolescente, María Gollajovska llegó a Venezuela cuando contaba con 12 años de edad, luego de haber superado la tuberculosis que la mantuvo dos años internada en un hospital.
Acompañado por Natacha, su madre, Maria llegó a Venezuela exactamente el día 18 de septiembre de 1948, a un campamento de refugiados situado en Güigüe, estado Carabobo. Tiempo después, superado el primer período de adaptación al nuevo país, viajaron a Caracas en autobús y fueron ubicados en Sabana Grande en una casa habitada por varias familias refugiadas provenientes de Europa, en principio, trabajando y conviviendo con organizaciones caritativas cristianas que ubicaron a la niña que aún no hablaba el idioma español, para cursar estudios en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, ubicado en la misma zona de Sabana Grande. Allí terminó sus estudios de primaria en medio de privaciones ante los problemas de su madre debido a la falta de dinero, la barrera del idioma y la desubicación que hacían casi imposible la adaptación; sin embargo, poco a poco fueron saliendo hacia adelante gracias fundamentalmente a la hospitalidad, cariño, comprensión y generosidad ciudadana de los venezolanos, y así el tiempo fue pasando y aquella niña se fue convirtiendo en una bella jovencita que ya comenzaba a soñar gracias al agradable clima y sano ambiente de “la ciudad de la eterna primavera”.
Cerca del colegio donde estudiaba Maria observaba un letrero que llamaba su atención: “Escuela de arte escénico de Juana Sujo”, que le llamaba la atención porque uno de sus sueños juveniles era convertirse en actriz, por lo que un día, tras salir de clase, entró a la academia y preguntó qué tipo de enseñanza daban allí, siendo atendida por la propia Juan Sujo (famosa actriz argentina y profesora de arte dramático radicada en Venezuela), quien le preguntó: ¿Qué deseas niña? Y ella (sin saberlo) le contestó – “¡Ser actriz! Pero no sé si sirvo para eso”. Y Juana, sonriendo, le dijo: “Pues, me has dicho esto con tanta seguridad y simpatía que ¡Claro! Que sirves. ¡Y no solo serás actriz, sino que te convertirás en una de las mejores actrices! Habla con tus padres y diles que vengan a hablar conmigo”. – Señora, no tengo padre. A mi padre lo mataron los nazis cuando yo tenía siete años. – “¡Cuanto lo siento! De todas formas, dile a tu mamá que venga por acá y ya veremos qué hacemos”.
Ese fortuito encuentro no solo marcaría para siempre la vida de Maria Gollajovska, sino que sellaría una bella y fructífera amistad entre aquella excelente y veterana actriz argentina, profesora de teatro y esa niña refugiada europea a quien los nazis le mataron a su padre cuando apenas ella tenía 7 años de edad.
Al día siguiente, tras explicarle su mamá que ellos no tenían dinero para pagar una academia puesto que con lo poco que ganaba apenas le alcanzaba para comer y cubrir los gastos básicos de las dos, Juana Sujo le contestó: “Entonces no se pregunte señora pero su hija tiene un talento tan grande que no se va a quedar sin estudiar teatro porque yo le voy a conseguir una beca con el Ministerio de Educación", y así lo hizo y la maestra más importante del teatro venezolano de aquella época no solo le consiguió la beca, sino que le enseñó español y le eliminó el acento extranjero que tenía. Además asumió el compromiso con la madre de que la niña debía continuar con sus estudios secundarios y así lo hizo también. Fueron tres años de intensa formación académica, incluidos, además de lo histriónico, la investigación y conocimiento de la producción y dirección teatral. Igualmente, aprendió a hablar español sin acento extranjero. Acerca de su extensa y brillante carrera no vamos a ahondar aquí. Solo diremos que se inició en la radio en pequeños papeles en radionovelas, luego pasó al teatro hasta que llegó a la pantalla chica a través de la Televisora Nacional – TVN-5 y en 1953 fue una de las actrices que inauguró Radio Caracas Televisión integrando la zarzuela Los Gavilanes. Hasta ese momento utilizaba su nombre de pila, pero dado el éxito de la obra, alguien le sugirió que se cambiara el nombre y adoptó el de América Alonso. De allí en adelante su historia actoral es harto conocida.
América se casó dos veces. La primera con el publicista Mario Bertoul, padre de sus hijos Roberto y Alejandro. Después, con el actor y director Daniel Farías, designado agregado cultural en Roma. De vuelta al país, Venezolana de Televisión contrató a la pareja para trabajar en “Sopotocientos” (1973), considerado el mejor programa infantil en la historia de nuestra televisión.
América Alonso sufría de tortícolis cervical severa que le fue diagnosticada en 1984, afección crónica que la obligó a un inesperado retiro de su actividad actoral, pero el más grande dolor que ella misma le confesaba a sus amigos y allegados “ha sido el tener que alejarme de Caracas, de mi Venezuela, de ese hermoso país, mi país que nos recibió y acobijó con los brazos abiertos lleno de mucho amor cuando éramos mi madre y yo unos refugiados hambrientos que ni siquiera hablábamos español. Ese es mi más grande dolor”.
Y así murió en Miami, Estados Unidos, el día 14 de mayo de 2022, Maria Gollajovska Zaira (que era su verdadero nombre), esperando ver retornar la libertad a Venezuela. "Su Venezuela", como ella la llamaba. Un deseo que no pudo ser materializado. ¡Dios la haya recibido en su seno y la tenga en la gloria merecida”.